Raquel Rodrigo es una artista que hace grafitis con punto de cruz en las paredes de diversos recintos, sobre todo, en fachadas. De niña no jugaba con muñecas, pero sí confeccionaba su ropa y les decoraba la casa.
Años más tarde, una tienda llamada Café Costura, le hizo un encargo y ella enganchó con hilos su fachada, que a simple vista podrían parecer que flotan, pero en realidad están hilados por una malla metálica muy fina que sirve de lienzo.
Esta joven estudio Bellas Artes y recientemente fundó Arquicostura, proyecto en el que de acuerdo con su portal web busca “reflexionar sobre la conceptualización misma de matriz en el sentido tecnológico, reinterpretando el concepto de píxel como unidad mínima de contenido”.
Su arte conjuga lo viejo y lo nuevo, debido a que plasma composiciones florales que se parecen a las servilletas de las abuelas y que servían para adornar las mesas y los aparatos electrónicos, al igual de que cada cuadro evoca un píxel y, por ende, al mundo digital.
Raquel busca espacios abandonados y deteriorados, a los que rehabilita con su arte y les da otro sentido. Primero evalúa la fachada y luego, con la computadora, diseña la composición. Para crear el patrón de costura, pixela la imagen y la adapta al tamaño real.
La mayoría de sus composiciones están basadas en motivos florales, que son parte de su sello personal; sin embargo, también ha recibido encargos y ha adaptado su técnica, por ejemplo, a la promoción de una empresa de cerámicas y azulejos.
Ella contempla cada detalle: se fijar en las texturas de los distintos cordones, la dimensión del hilo, los colores y combina materiales para cada una de sus instalaciones.
